Quien no ha escrito alguna vez o por lo menos a realizado el intento de plasmar en un papel sus ideas, sus pensamientos. Para luego tomarlos y no saber que hacer con ellos..

Estos escritos, son como muchos, sueños de niños, pensamientos sin sentido, refugio de amores perdidos, canto a la muerte o la vida misma quienes somos para decirlo.


Sin mas que decir los dejo para que se pongan cómodos y lean, no simplemente por leer; sino para tratar de comprender y sobre todo entender.




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Juegas

Estas en el lecho
por momento juegas
con tus manos
las miras ...
juegas
con ellas
por instantes
quisiera estar entre ellas,
fijamente las vez
como si en ellas estuvieran
tus pesares, tus decisiones.

Juegas con tu pelo,
ríes como niña, cantas,
escondes tu rostro,
como si trataras de esconder
tus sentimientos.

Hoy Contemplo tu Rostro

Agua viva
la que recorre
el río de la pasión
que me lleva a ti...

Recorro el camino
y en este viaje
no se
si estoy mas cercano o distante de ti

Temo el perderme en el camino...
Temo no llegar en el momento preciso...

Tu rostro ventana de tu ser...
tus rostro que refleja
tus sentimientos
tus dudas
tus temores
tus fracasos
tus sueños
ese rostro que hoy contemplo
mientras lees

Mi Dilema

Vivir o morir...
se es el dilema
vivir a tu lado amándote
morir si haberlo intentado
Como llegar a saber
si no me das la oportunidad...

Matematicas de un Destino

Uno...
el comienzo, siempre debe ser por uno...

Dos...
los amantes,
el numero perfecto tu y yo dos en uno...

Tres...
las dudas que nos persiguen
y no nos dejan realizar un solo sueño...

Somos como números
en la matemática del destino
aquel que nos une
y nos separa .

Que Milagro a Pasado Hoy

Que milagro a pasado hoy, no sabría decirlo, no se si se ha quedado para complacerme o por que necesita estar lejos de su rutina, quiera poder saber tantas cosas, que temo preguntar, tal sea mejor esperar, aunque hoy ella para mi esta tan cercana y distante, tan amorosa como suspicaz. Es como si esperara un impulso para despertar o tal vez para atacar. Temerosa y tierna pero al mismo tiempo a la defensa, imposible de descifrar por momentos y tan transparente al otro. Como no amarla, como no quererla.

Temo que este sea un sueño de esos que parecen una realidad que al despertar por mas que lo intentes no puedes acortarte ni del mas mínimo detalle.

Quiera saber y al mismo tiempo no me importa no saber que pasara mañana.

Ella esta aquí, esta en este momento a mi lado, y yo solo con verla, con el sentir de su mirada, el esplendor de su sonrisa soy feliz. Sueño con el poder ver pasar el tiempo a su lado. Pero tal vez sea pedir demasiado. Si pudiera vivir intensamente cada momento que estoy a su lado, si ella se dejara llevar, que pasaría.

Sueño que es de noche y el viento se va deslizando; y la luna contempla y asoma por el horizonte, como si nos protegiera con su luz, aquella que fue llenando el vacío, el vació que me dejas cada vez que no estas. Hoy quiero escribirte un poema y las palabras no me fluyen, es como si mi mente estuviera embriagada o temerosa de tenerte tan cerca por primera vez esta noche.

Desearía poder entrar en tu mente, poder saber que sientes, y ser uno contigo, uno con tus sueños, y que tu fueras uno conmigo, uno con mis sueños.

Siento como el agua cae sobre tu cuerpo, tu cuerpo de mujer, mujer que siente cada una de mis caricias, aquellas que despiertan tus deseos, tus sentimientos para que tu los reprimas y no logro saber un por que.
Quien lo diría palabras sin sentido que están en este ambiente disperso a la espera del orden precisó para expresar mis ideas

Sentidos

Estas allí. Esperándome. Deseosa de mi, de mi tacto. Sabes que estoy cerca. Me puedes sentir. Puedes olerme. Sientes mis pasos firmes. La puerta se abre. Entra luz a este cuarto oscuro. Vez mi silueta a contraluz. Mi cuerpo delineado por luz, contrastado por sombras. No vez mi rostro, pero me conoces. Nos conocemos. No importa como llegaste aquí, no importa como te lo permití. Lo único que me importa es que nos poseamos. Lo único que deseo es entregarme a ti.

Cierro la puerta. Todo vuelve a la absoluta oscuridad. Me acerco a la cama. Me sientes frente a mí. Observándote con todos mis sentido como tu me observas a mi. Me desvisto. Puedo escuchar la tela de las sabanas rozar contra tu piel. Tu respiración. Cada movimiento de tus músculos.

Ahora puedo sentir tu desnudes. Tu deseo. Apoyo mi rodilla en la cama. Toco tus piernas. Mis manos están algo frías. Te provocan cosquillas. Mis dedos se deslizan por tus tobillos. Ascienden con suavidad. Sientes las rugosidades de mis manos sobre tu piel. Llego a tus muslos que ahora son míos. Mi cuerpo cada vez más sobre mí. Siento tu calor. Ahora toco tus caderas. Tus pies rozan abdomen. Sientes mi aliento sobre tus piernas. Mi aliento caliente. Mi lengua toca tu piel. Mi saliva se filtra por tus poros. Sientes su tibieza. Respiro. Contengo el aire en mi pecho. Lo dejo escapar en un leve suspiro. Colocas tus suaves manos sobre mis toscos hombros.

Mi lengua recorre lentamente tus piernas. Me interno en su interior. Estoy cerca de tu vagína. Muy cerca. Pero no llego. Mi aliento te estremece, mi cercanía lejana te tortura, te excita. Acaricias mi cabeza. Deseas que mi lengua toque tu sexo. Pero yo continuo mi ascenso. Recorro tu cuerpo con ella. Sin prisa. Sin pausa. Mi calor te hace arder. Llego a tu ombligo. Entro en sus profundidades. Retorno de ellas. Llego a tus pechos. Llego a sus cimas. Los invado con mi boca. Los subyugo bajo la bandera del placer.

Sientes mi peso sobre mí. Sientes que me dominas con tu presencia. Estoy entre tus piernas. Mi piel rosa tu clítoris henchido de deseo. Cada contacto crea ondas de placer que te estremecen. Tus manos recorren mi ancha espalda. Con tus dedos sientes cada músculo, cada espacio. Sientes el calor que mana de mi. Por fin llego a tu boca.
Tus labios carnosos se adueñan de los míos. Tu saliva me embriaga. Tu lengua irrumpe en mí. Encuentra a la mía, se entrelazan. Siento las texturas húmedas. Tu boca se adueña de la mía. Tus manos me recorren sin límites. Sin temores.

Siento tu sexo tocar el mío. Sientes la dureza en tu humedad. Sientes mi anchura avanzar en tu estreches. Sientes mi longitud deslizarse en tu profundidad. Sientes mi virilidad causar dolor placenteramente permitido en ti. Sientes mi suave rudeza en tu fuerte sensibilidad.

Rodeas mi cuerpo con tus piernas. Te entrego a mi. Te hago mi prisionera. Reo uno del otro. Dueño el uno del otro. Presos en las cárceles de nuestros cuerpos. Me posees. Te poseo. Batallamos sin tregua. Nos rendimos sin remedio. No por valor. Por pasión. No por honor. Por nuestro deseo. No por tierra. Por nuestra carne. No por libertad. Por nuestro placer.
Retrocedemos y avanzamos. Me embistes y me acaricias. Me subyugas y me adoras..Me sientes. Sientes cada parte de tu ser enfocado en mi como yo a ti. Sientes mi sudor tan masculino, tan bestia, tan repulsivo, tan atrayente. Te impregno con tu olor. Mientras tu me impregnas con mi esencia.

Conviertes mi dolor en placer. Mi placer en gemidos. Me tomas. Me fascina tu fuerza de mujer. Me fascina como me envuelves con tu sutileza que me excita. Mi necesidad de Ti me esclaviza a tu ser. Cada poro. Cada milímetro de mi piel. Cada nervio de mi anatomía es tuyo.
Mi sexo se clava en ti. Sientes todo tu peso sobre ti. Siento como tus movimientos hacen temblar mi mundo. Tu emanas inconteniblemente fluidos saturados de goce. Nuestras almas se mezclan. Tus gritos. Mis jadeos. Tu entrega. Mi posesión. Tu feminidad. Mi masculinidad.
Algo arde en mi interior. Mis jadeos lo anuncian. Mis sacudidas lo confirman. Siento como crece. Como se adueña. Es tu creación. Tú también sucumbes ante el clímax. Unidos en un vacío lleno de nosotros. Siento como tus caricias calientes entran en mí. Y eso te satisface. Te hacen sentir mujer.

Me quedo quieto sobre ti. Dentro de tí. Nuestros cuerpos se enfrían. Nuestras almas se calman. Salgo de tí con suavidad. Me acuesto a tu lado. No puedo estar tan lejos de ti. Mi cabeza en tu pecho pecho. Siento tus latidos. Mis piernas se cruzan con las tuyas. Siento como mengua mi virilidad. Mis manos entre las tuyas. Siento tu calor.
No me importa como llegaste a mi cama. No me importa como llegaste a mi alma. Como te apropiaste de mis sentidos. No me importa que pasara después. No me importa quienes somos fuera de estas cuatro paredes. No me importa mi pasado. No me importa tu futuro. Lo único que me importa es este fugaz instante eterno, este plagio de mis fantasías, en donde solo estamos tú, yo y nuestros sentidos.

Manos de Nacar


Se había retirado del mundo, en la montaña, lejos de todo aquello que le pudiera causar dolor. Sólo. Allí sólo existían las montañas, las aves y él.

Abría los ojos y el horizonte le mostraba el mundo desde las más altas montañas, entre los picos nevados.

El mundo se veía azul, entre las cumbres nevadas.

Lejos quedaba el valle de las manzanas y los jardines de su infancia en el secreto reino, lejos las aldeas de tierra roja y amarilla, lejos las coloridas banderas de rezos, lejos los templos que escondían los secretos, las pinturas y las estatuas de Buda. Detenido el tiempo, mientras el mundo cambiaba en el reinado.

Ajeno, subía por la mañana y volvía al anochecer a su refugio, y rara vez veía a alguien, salvo al viejo, que aún era más parco en palabras que él. Él subía de tanto en tanto a pedirle un consejo y apenas la conversación se limitaba a unas cuantas frases.

Por eso su pequeño hallazgo una mañana, le pareció un milagro. Encontró a orilla del camino, un pequeño saquito de terciopelo negro. Tomó el saquito y lo abrió. Dentro había una caja decorada. Abrió la caja y vió que contenía un pequeño cofre de forma ovalada. Abrió el cofre.

Miró sorprendido dentro del cofre. En su interior, dos manos. Dos manos de mujer de blancura anacarada, palma con palma, en suave reposo. Las tocó levemente con sus dedos y las manos se abrieron como una flor de loto, alargando sus finos dedos de mujer. Las tomó en sus propias manos. Sintió la suavidad de a piel blanca, los dedos delicados y las ovaladas uñas rosadas con una media luna blanca. En sus manos morenas, curtidas por el trabajo, las manos de nácar, minúsculas, ocupaban muy poco . Rozó las palmas de las manos y ellas se cerraron tiernamente sobre su dedo pulgar, que las acariciaba.

Volvió a dejarlas dentro de cofre, en la orilla del camino. No sabía que hacer.

Suavemente las manos le llamaban, alargando sus dedos hacia él.

No podía dejarlas, se había quedado prendado de ellas. Decidió llevarlas consigo.

Al anochecer, en la calidez de su refugio, volvió a sacar las manos del cofrecito. Las puso en la mesa, a la luz del candil. Bajo la tenue luz, las manos refulgían iriscentes. Tímidamente estiraron los dedos y comenzaron a palpar curiosas sobre la mesa. Se sentían a gusto.

Al ir a dormir, las manos se acurrucaron junto a su cara, sintiendo su aliento cálido.

Durante el día, tuvo miedo de perderlas de vista o que algún animal se las llevara, así que decidió llevarlas debajo de su camisa, cerca de su pecho, y ellas se acomodaron sintiendo su latido.

Al volver a casa, las manos solícitas, le ayudaron a preparar la cena, señalando para él los mejores ingredientes, troceándolos y preparándolos para ser cocinados.

Más tarde, en su aseo diario treparon a su cabeza, y suavemente, lavaron su cabello, acariciando con sus dedos el cuero cabelludo, desde el exterior al interior, suavemente extendiendo el champú natural de hierbas olorosas, y enjuagando el pelo con movimientos giratorios en torno al cráneo.

Los dedos diestros acariciaron la nuca, los hombros fatigados se estremecieron y un escalofrío de placer recorrió su espalda, desde la nuca hasta el fin de ella.

Juguetonas, las manos tomaron el jabón de sus manos, y frotaron hasta producir burbujas infantiles de perfumado jabón en su piel. Prodigándole caricias, mientras se deslizaban por su torso entre esferas flotantes de jabón.

Las manos leían las cicatrices de su torso y al palpar la cicatriz de su pecho, con dolor, dió un pequeño respingo que las hizo huir despavoridas hacia abajo de su cuerpo.

Suavemente, masajearon los muslos, los músculos cansados, el sexo relajado, rodeado por las manos se volvió duro.

Una mano siguió dulcemente en el sexo y la otra se deslizó por el cuerpo.

El placer de las caricias era intenso, pero él, tomo las manos suavemente, las secó con la toalla y las puso al lado del balde que le servía de bañera.

Del baño, fue directamente al lecho, privándose de la toalla que gentilmente arropaba a las manos.

Cayó dormido y suavemente volvió a sentir las caricias de las manos en su cuerpo.

Manos tiernas, manos dulces, manos cálidas tomaron su cuerpo y de nuevo fue suyo, fue su amante entre sus manos.

La piel soñó otra piel, soñó otros miembros a continuación de las manos de nácar. Una piel de nácar, unos pechos redondos y un vientre suave.

Soñó unos brazos que le abrazaban y el suave aliento de los labios en su oído, susurrando quedamente. Las manos se deslizaron por el pecho, acariciaron el vientre dormido y despertaron con suavidad el sexo y lo arrullaron en un placer silente. Las yemas de los dedos acariciaron la piel y le dieron calor hasta alzar el sexo.

La ausencia se hizo presencia , los cuerpos se unieron, los brazos y las piernas interconectadas, las pelvis se juntaron y el sexo de concha se abrió entre labios de piel cálida para albergar su sexo. El sexo en el sexo.

Sintió el peso de ella, que le hundía más en su vientre y sintió el interior elástico y húmedo, cálido y tierno, y suspiraba, suspiraba, suspiraba.

Se corría en los sueños de un cuerpo de nácar. La boca, los labios, los miembros, el cuerpo, el sexo tan suyo como el de ella.

Despertó. La ausencia le causó un dolor intenso, un crepitante palpitar de cicatrices, y de su pecho salió un gemido, un espasmo, un llanto silencioso que provocó un pequeño terremoto que las manos cercanas sintieron incontenible. En medio de la noche, lloró.

Al amanecer, se levantó, acomodó las manos en su pecho, y bajo al mundo.

Fue en busca de ella...